
con música de viento, melodía
que fué como el preludio de una magia
envuelta en el perfume de la vida.
Parimos, como paren los secretos
sus letras, sus entrañas, sus mentiras,
las notas de este lento movimiento
experto en esconder su travesía.
Y amamos, como locos sin tabues
exhaustos en su agónica agonía,
pensando que quizás ese momento
podía ser el último tranvía.
Rompimos el silencio que cobarde
detrás de las miradas se escondía,
rozando ya hasta el límite el momento
sagrado de fundirnos en la dicha.
¿No piensas que quizás equivocamos
lo humano, lo divino, la armonía?
¿No sientes que avanzamos sin movernos
deprisa, transpasando alguna línea?
Te amaba, como se ama lo imposible,
con el hambre de furia contenida,
el ansia de buscar los mil rincones
en un cuerpo rendido a mis caricias.
Y hoy presiento que fué quererte tanto,
ansiar tenerlo todo tan deprisa,
lo que me hizo perder lo más hermoso
que nunca antes jamás me dió la vida.
Rompimos el silencio de los cielos
y fué nuestro pecado y mi caida.
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