lunes, 19 de noviembre de 2007

pequeñas e importantes cosas

Hoy se le ha caido un diente a mi hija. El primer diente que se le cae.
Ya sé que a simple vista puede parecer una tonteria, pero no lo es.
O tal vez no lo es para mí.
La estaba mirando esta mañana, nerviosa perdida y emocionada preguntando continuamente cuando iba a venir el ratón pérez y queriendo contarle a todo el mundo que se le había caido y durante un rato creo que sentí una pequeña punzada de "envidia".
Una envidia feliz al ver su felicidad, pero al mismo tiempo una envidia ilógica porque veía su inocencia y sentía lo hermoso que es.
Es bonito ver a los niños.
Sin problemas, sin preocupaciones de ningún tipo, viviendo en un mundo en el que nunca pasa nada grave, o lo más grave que pasa son cosas que no tienen ninguna importancia.
Porque el problema más grave con el que se enfrenta mi pequeña pueden ser sus continuas peleas con nuestra gata para que no le quite sus juguetes.
Ella los esconde y cuando vuelve del cole la gata los ha encontrado y se los ha llevado a su sitio.
Y su mayor preocupación saber si cuando llegue a casa va a poder ver los dibus o si su hermana se habrá hecho la dueña de la tele y no la dejará verlos.
Viven en un mundo maravilloso donde no existen las preocupaciones, los dolores de cabeza o los asuntos serios de verdad.
En un mundo donde para envidia de los adultos no existe el dinero, las facturas, los bancos, el trabajo ni fin de mes.
No se plantean de donde vienen las cosas, simplemente saben que tienen que estar.
No buscan nada material. Lo único que piden es alguien que los cuide y los quiera.
Y principalmente saben dar y dar mucho. Son capaces de dar tanto amor, de trasmitir tanta ilusión, de compartir tantos besos, abrazos y caricias.....
Realmente creo que sigo teniendo esa punzada de envidia.
Envidia sana por ver toda la inocencia y la dulzura que los envuelve, la sencillez de lo que son.
A estas horas mi hija está preocupada.
Esta preocupada porque tiene que dormirse y guardar su diente para que el ratón pérez la deje un regalo, y no sabe si se va a acordar de venir o si se habrá enterado de que es a ella a quién se le ha caido.
Y yo estoy encantada viendo la terrible preocupación que la embarga.
Y me gustaría tener una formula secreta para protegerla siempre y conseguir que todas sus preocupaciones fueran, a lo largo de su vida, tan "importantes" como estas.
Pero por desgracia algún dia crecerá, y entonces será ella la que sentirá esa punzada de envidia cuando vea a sus propios hijos, y yo, seguramente, me preguntaré porque no existe, porque no podemos encontrar esa formula y porque los niños tienen que crecer y empezar a enfrentarse a la vida.

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