Repiquetea, sí, repiquetea
la lluvía que llorando en la ventana
forma caminos en los surcos claros
que empiezan a nacer con la mañana.
Forma senderos que van de sus ojos
hasta encontrar el calor de sus labios,
dejando huellas de ceniza negra
borradas con el dorso de sus manos.
Llora la noche que perdió una estrella
y dice que no ha podido encontrarla,
y aquella nube con forma de estrofa
que queda aprisionada en su garganta.
Repiquetea, sí, repiquetea
el ruido de tus pasos sobre el agua,
la calle silenciosa de adoquines
grabados con la huella de quién pasa.
Y van dejando rastro entre la hierba
y aromas de pureza y de esperanza,
doblando como hierba de rocio
igual que si acabaran de regarla.
Repiquetea, sí , repiquetea
sonidos confundidos en un karma,
tan claros que hasta pueden dibujarse,
igual que sobre un lienzo se pintaban.
Y vuelan aves breves en el fondo
de montes por los años descarnados,
dejan lágrimas negras sobre riscos
de la canción que nunca han escuchado.
Repiquetea, si, repiquetea
la lluvía que llorando en la ventana
contempla más allá mudos paisajes
y llega a confundirse con las lágrimas.
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