En tus alas de angel
yo me convertí en niña,
una noche de invierno
tu fuerza me envolvió,
y dejé que las horas
me mudaran su tiempo
cuando entre los naranjos
con fuerza me abrazó.
Me convertí en sirena
sin un mar donde anclarme,
en gota de rocío
sin rosa que besar,
fuí juguete sin niño
que quisiera jugarme
y silencio entre el ruido
de esta gran soledad.
Pero nada importaba
si al mirarme en tus ojos
todo el miedo pasado
se iba a desvanecer,
tu extendistes las manos
con sus plumas pintadas
para darme el refugio
que evocaba el querer.
Y yo, mi angel bendito,
tan humano en el cielo
me arrastré hasta tu fondo
sin pesar ni rubor,
me hice fruto en tu carne,
me hice brasa en tu fuego,
parte eterna de un todo
que empezaba en un yo.
Junto a tí aquella noche
yo fuí niña de nuevo,
esa niña miedosa
que nunca supe ser,
y perdí en el pasado
olvidado en el tiempo
un presente que muere
cuando tu estás en él.
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