martes, 9 de enero de 2018

VENDIENDO

El que vende un suspiro es un poeta
que no sabe que vive de poesía,
el que compra miradas un asceta
que envuelve su dolor en lejanía.
Vendemos nuestros besos tan baratos
que apenas conseguimos su valía,
y a veces nuestros cuerpos tras las sombras
de un rincón de esperanza muerta y fría.
No buscamos amor, que el amor dura
lo mismo que nos dura una mentira,
no buscamos silencios, que las voces
rellenan las mortajas de la dicha.
El que vende un adios es un poeta
luchando una batalla ya perdida,
el recuerdo en los labios y el retorno
después de abandonarse a la partida.
Un mercado de flores que quisieron
y hoy lucen deshonradas y marchitas,
un momento tan breve que ni un verso
entiende lo que apenas se adivina.
Puede ser que soñemos aún despiertos
y sueñen con nosotros nuestras dichas
en un instante pleno de esperanza
queriendo transformarse aún en poesía.
El que se vende a sí, vende su alma
igual que se entregó una baratija,
sabiendo que en la noche se desprende
de aquello que jamás volver podría.
Vendemos y nos venden cada instante
morimos entregados sin salida
a ser lo que no fuimos aún soñando
que fuimos sin ser más que una mentira.



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