
se escurre entre las grietas de los años,
su aroma se acurruca en el olvido,
su esencia se desangra en el pasado.
No vence la batalla del silencio
quién vive a la rutina acurrucando,
la mece, como a un niño sin mañana,
la besa y la protege entre sus brazos.
Y pasan de las horas los recuerdos,
sollozos miserables medio ahogados,
te miro y no te veo, que tu sombra
es la imagen perpetua del cansancio.
La rutina que vive en nuestra casa
dueña del aire gris que respiramos,
pasea, recogiendo nuestras flores,
sonrie y se revuelve en nuestros labios.
Y al fín, flota en el aire un desafio,
una gota de luz, tu voz, mis manos,
ese intento de hallar lo ya perdido,
el ansia de querer desesperado.
Pero que hemos de hacer cuando se muere
la ilusión, la pasión, lo que aún ansiamos,
si el tiempo trae dulzura a los encuentros
también el tiempo al fín puede matarlos.
Este imposible amor de agua y esencia,
se hizo viejo mirando hacia el pasado,
nadie puede esperar que anden los muertos
porque son ilusiones los milagros.
Dejamé despedirme en esta hora
sin reproches, sin miedos, sin juzgarnos,
es mejor un recuerdo sin olvido
que un futuro de sueños olvidados.
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