
juegan a ser eternas, vida mía,
me persigue el recuerdo y son las horas
la tortura constante cada día.
Y en las luces de niebla susurrando
es tu imagen mi eterna compañía,
te echo tanto de menos que se mueren
los rescoldos del alma en la ceniza.
Se me juntan del tiempo los instantes,
y le he dado permiso a la mentira
para soñar contigo aunque no duerma,
para vivirte siempre mientras viva.
Te echo tanto de menos que tu nombre
en mis lábios se ha vuelto letanía,
que tu sombra me surge en cada roce
de mi piel con la nada y sus caricias.
De la duda del tiempo se embelesa
la anhelada presencia ya vacía
porque te echo de menos y me muero
pensandote un poquito cada día.
Te echo tanto de menos que mis noches
se volvieron eternas pesadillas,
pregúntandose siempre si has pensado
en mí en algún momento, vida mía.
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