lunes, 7 de abril de 2008

balance

Ayer celebré el cumpleaños de mi peque.
Es dificil poder reunir a mis hermanos, mis padres, mis sobrinos, porque al vivir en lugares distintos no siempre todos pueden venir.
De echo al final nos reunimos todos menos mi hermana mayor y su familia, y se les echaba de menos, pero ellos están demasiado lejos para acercarse hasta aquí.
Mi hija se pasó todo el dia nerviosísima esperando que llegara el momento de la merienda y por supuesto de recibir sus regalos, y no hizo más que preguntar cuanto quedaba.
Pero todo mereció la pena solo por ver su carita de felicidad cuando empezó a abrir sus paquetes y a contarle a todo el mundo que ella es una mozita, que ya no tiene cinco y que ya es mayor, más mayor que su primo que es chiquitajo.
Pero al mirarla yo también hice balance de mi vida.
Pronto cumpliré cuarenta y un años y la verdad es que no he conseguido nada, o apenas casi nada.
Soy una persona sin pareja, sin ninguna posesión y sin un duro en el banco.
Tengo un trabajo que aunque a mí me gusta porque me permite estar en contacto con la gente, no es gran cosa, y una vida demasiado rutinaria y con demasiadas obligaciones a mis espaldas.
También tiene cosas buenas; tengo tres hijas maravillosas que son el centro de todo lo que yo soy o por lo que vivo, una familia estupenda que me ayuda y me quiere y unos amigos de esos que no se encuentran facilmente.
Pero hay muchos sueños que se me han quedado en el tintero. Muchas pequeñas ilusiones que se han ido durmiendo a medida que pasaba el tiempo, y sobretodo una realidad palpable que me dice que cada vez es más dificil que se cumplan.
Hay ausencias muy dolorosas y hay promesas que quizas nunca se prometieron.
A mí no me importa cumplir años. Es algo que apenas me preocupa, pero lo que sí me preocupa es ver que se me va acabando el tiempo poco a poco, como el que camina por una playa y al final ve que se termina a lo lejos y no ha sido capaz de encontrar una caracola, o un barco en el horizonte, y se da cuenta que cada paso que da se va acortando el camino.
Yo hize una elección. Reducir mi vida a trabajar y cuidar de mis hijas y renunciar a salir, viajar o compartir un poco de tiempo conmigo misma.
Y no me arrepiento. Aunque a veces pienso que me gustaría tener algo, un poco más de lo que tengo, lo justo para haber podido mantener a mis hijas con un poco más de tranquilidad y sin tantas apreturas y lo suficiente para no haber acabado sola.
Sin embargo todavía puedo disfrutar con la felicidad de ellas, con sus pequeños momentos, y con saber que aunque no haya, ellas piensan que hay, poco pero hay, y que aún soy lo suficientemente fuerte para conseguir que ellas no sufran demasiado las carencias provocadas por la mala suerte o la erronea manera de llevar las cosas de su madre.



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