Fué infinitamente grande mi miedo
a intentar entenderte,
quería que aún hablando no dijeras
ni una sola palabra,
evitar tu mirada era mi meta
tal vez porque sabía,
que podrías saber mis sentimientos
en cuanto me miraras.
Cuantas veces me dije "no hay problema"
"no existen sentimientos"
tal vez solo era yo la que lo cierto
en mi interior negaba,
no quería escucharte, comprenderte,
no quería que fueras,
mientras se iba rompiendo poco a poco
el eco en mis entrañas.
Pero como una estupida sin nombre
con un velo en los ojos
mientras iban muriendose las horas
yo siempre te buscaba,
y te echaba de menos, lo confieso,
como un perro a su dueño,
no quería mirarte aunque sabía
que te necesitaba.
"Es demasiado joven",me decía,
mirando hacía lo lejos
mintiendo a cada instante de mi vida
dentro de mi cabeza y en mi alma
sintiendome engendrada con pereza
mientras yo ya no era
la dueña de mis fuerzas, la que al fondo,
de esta mentira extraña me arrastraba.
Y tuvistes que ser tu entre otros muchos,
muchacho de ojos negros,
de juventud profunda y permanente
quién con una sonrisa me llegaras,
poniendo raciocinio en la locura
susurrando a mi lado:
"no te importen los años, yo te quiero,
y a mí solo me importa sí me amas"
No hay comentarios:
Publicar un comentario