lunes, 18 de diciembre de 2023

SENTADA EN EL PARQUE.


Me sentaba en el parque cada tarde
y regaba la tierra con mis sueños,
en el silencio oscuro, entre los álamos,
tu volvías a mí desde muy lejos.
Miraba las estrellas preguntando
en cual de ellas vivías y el silencio
susurraba a mi oido, -esa que brilla,
esa es su corazón que está latiendo-.
Me sentaba y las sombras me arropaban
y yo me imaginaba que tus besos
rozaban mi mejilla y en mis manos
dejabas una lágrima y tu aliento.
Era yo quien lloraba, vida mía,
era el dolor profundo que en mi pecho
gritaba en el silencio de la noche
tu nombre hacía el confín del firmamento.
Me sentaba tan sola y silenciosa
como lo hacen las rosas en los sueños
y en mis venas manaba el dulce nectar
que podía acercarme a tu recuerdo.
Y sentía que estabas, te lo juro,
yo podía sentirte tan intenso,
mientras mis ojos ciegos se cerraban
intentando guardar su último aliento.
Me sentaba en el parque cada tarde
cuando el sol se moría allá a lo lejos,
y dejaba que el viento me meciera
trayendome tu aroma y tu reflejo.
Y mi vida escapaba de mi carne,
y mi mente volaba hacía lo eterno,
y tú volvías de nuevo y de tu mano
llegaba lentamente hasta tu cielo.
Puede que sólo fueras esa estrella
que brilla cada noche más que el resto,
pero hoy su brillo crece porque lleva
dos corazones limpios que se unieron.
Me sentaba tan sola cada tarde
hasta que decidí marcharme lejos,
marcharme a aquel lugar donde tu estabas
esperando por mí desde algún sueño.

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