Nos abrazamos fuerte, por si el tiempo
quizá fuera capaz de separarnos,
y fundimos la piel en una sola
bajo el abrigo frío del pecado.
Tus manos recorriendo mi cintura
buscaban penetrar en lo sagrado
mientras mi boca hambrienta dibujaba
sobre tu pecho oscuro, leves pájaros.
Bebimos de la copa de la savia
de corazones solos, tristes, ávidos,
nuestros ojos buscaban otros ojos
reflejo de un amor apasionado.
Y llegado el momento fuimos uno
tu fuerza y mi dolor abandonados
al envite de espuma de unas olas
rompiendo en malecones desgarrados.
Nos abrazamos fuerte, no quisiera
el tiempo hacia su olvido ya empujarnos,
no fuera que borrara nuestras huellas
de la piel y el sudor que la impregnaron.
Tú dejaste tu olor entre mis pliegues,
yo dejé mi vergüenza entre tus brazos,
y llegamos al clímax que resulta
de la impotencia férrea de lo humano.
Nos abrazamos fuerte, vida mía,
por si jamás volvieran a abrazarnos
las olas de ese amor incomprendido
en el aliento amargo de olvidarnos.
Tal vez quedó de aquello ese recuerdo
que vuela ya lejano con los años,
pero aún llevó tu olor en mis entrañas
como tú has de llevarme entre tus brazos
.
Nos abrazamos fuerte, vida mía,
y fue una despedida que negamos,
siendo parte del otro cada uno
como el sol de la tierra y de los campos.
Sublimes e inconscientes compañeros
en esa eternidad que disfrutamos.
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