martes, 1 de septiembre de 2020

EL ÚNICO MOMENTO


 Nos abrazamos fuerte, por si el tiempo

quizá fuera capaz de separarnos,

y fundimos la piel en una sola

bajo el abrigo frío del pecado.

Tus manos recorriendo mi cintura

buscaban penetrar en lo sagrado

mientras mi boca hambrienta dibujaba

sobre tu pecho oscuro, leves pájaros.

Bebimos de la copa de la savia

de corazones solos, tristes, ávidos,

nuestros ojos buscaban otros ojos

reflejo de un amor apasionado.

Y llegado el momento fuimos uno

tu fuerza y mi dolor abandonados

al envite de espuma de unas olas

rompiendo en malecones desgarrados.

Nos abrazamos fuerte, no quisiera

el tiempo hacia su olvido ya empujarnos,

no fuera que borrara nuestras huellas

de la piel y el sudor que la impregnaron.

Tú dejaste tu olor entre mis pliegues,

yo dejé mi vergüenza entre tus brazos,

y llegamos al clímax que resulta

de la impotencia férrea de lo humano.

Nos abrazamos fuerte, vida mía,

por si jamás volvieran a abrazarnos

las olas de ese amor incomprendido

en el aliento amargo de olvidarnos.

Tal vez quedó de aquello ese recuerdo

que vuela ya lejano con los años,

pero aún llevó tu olor en mis entrañas

como tú has de llevarme entre tus brazos
.

Nos abrazamos fuerte, vida mía,

y fue una despedida que negamos,

siendo parte del otro cada uno

como el sol de la tierra y de los campos.

Sublimes e inconscientes compañeros

en esa eternidad que disfrutamos.

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