En cada paso que la tierra lleva
grabado como el fuego, en sus entrañas,
en cada huella que se va quedando
como un recordatorio en la batalla
en cada niño con los ojos rotos
y una sonrisa triste y congelada,
en cada viuda, en cada chico solo,
en hombres que perdieron ya su alma.
Así queda el refugio de una guerra
de rojo carmesí y carbón pintada,
de campos por los odios destruidos
y cuerpos que se apilan bajo casas.
Un tiempo muy lejano nos recuerda
orgullos de una tierra hoy arrasada,
historias que se cuentan en la noche
en un leve murmullo de añoranza.
Ya no le importa a nadie lo que ocurre,
ya tanto sufrimiento no es portada
en esos noticiarios que se olvidan
que existe mucha gente abandonada.
Por ellos, por sus miedos y mentiras,
por éxodos que acaban donde acaban,
en muecas y suspiros, en el llanto
de seres que no tienen esperanza.
Por ellos hoy dejamos un momento
que llore avergonzada nuestra alma
tal vez no sirva el echo de sentirnos
frustrados ante su desesperanza.
Pero siguen las guerras y podemos
alzar hacia el futuro, la mirada
y mientras, usaremos como rifles
la fuerza y la verdad de la palabra.
Allí en Afganistán, el Congo y Yemen
en Siria y en Sudán, Irak y Uganda,
aún quedan sueños rotos que nos gritan
que quieren que termine esta matanza.
Por ellos, por los niños y sus padres
soñemos que hoy al fin, la guerra acaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario