
refugía con su amor, la golondrina,
igual que en ese cuento que soñaba
leyéndolo mil veces siendo niña.
Así como la estatua que en tristeza
envuelve sus riquezas compartidas,
igual que los instantes que se entregan
en un amor extraño, a la osadía.
¡Cuantas veces pensaba de pequeña
lo hermoso de esas páginas divinas!
¡Cuantas noches dormida imaginando
fundir mi corazón en tanta dicha!
Y ser igual que el principe, la estatua
que sirve en breves sorbos, alegría,
y ser la mensajera enamorada
igual que la pequeña golondrina.
¡Cuantas horas felices en mis manos
el libro descansaba y me decía:
escucha, que mis páginas te hablan
despacio, como hermanas, como amigas!
Pasados tantos años sigue el libro
acompañando noches ya crecidas,
y sigue emocionando de mi alma
los sueños que añoraba cuando niña.
Y sigo siendo el príncipe en su plaza,
y soy aún la pequeña golondrina,
y en un momento soy dos corazones
que juntos son eternos y caminan.
¡Cuantas horas de vida en las palabras
susurran sus gastadas y amarillas
páginas, en momentos de añoranzas
y de querer volver a aquella vida!
Mi príncipe féliz, mi cuento eterno,
aquel que hizo de lágrima, sonrisa,
mi pequeño homenaje en esta tarde
en que vuelves de nuevo, a cobrar vida.
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