
de un amor que destroza,
de una ausencia que duele,
compartimos la herida de la carne
y esa presencia triste
de una presencia ausente.
El sabor de tus lábios en mis lábios,
de tu aliento en mi boca,
de tu vida en mi vientre,
la tormenta perfecta que nos une
y el éxtasis de instantes
eléctricos que hieren.
Compartimos, amor, de los suspiros,
la mirada que busca
embozada en su fiebre,
ese instante infinito de plasmarse
en la carne del otro
y fundirse en su nieve.
Somos huellas perdidas en deseo
del dolor, el olvido,
como un verso indecente,
y aún así nos morimos por amarnos
como se aman los sueños
que en la noche, perecen.
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