
maldecimos la vida,
eramos dos extraños en una misma cama,
dos almas sin salida.
Rompimos las promesas que ya hicimos,
matamos las caricias,
vendimos los deseos en mercados oscuros
y ahogamos las sonrisas.
Traficamos con tiempo y esperanza
mientras nuestro amor iba
agonizando lento entre las brumas
de una ciénaga fría.
Rompimos el deseo en mil abrazos
que no correspondian
ni al calor de los cuerpos, ni a la lluvía
anclada en las mejillas.
Ya no eramos nosotros, ni en nosotros
quedaba apenas vida,
las miradas que ayer tanto buscaban
hoy se nos escurrian.
Comerciantes de miedos y derrotas,
tal vez otras caricias
lograron encender lo que hace tiempo
en nuestro hogar moría.
Quizás nunca entendamos que pasaba
o que mierda ocurría,
pero quedó esa herida que ya nada
cicatrizar podía.
Rompimos con silencios el silencio,
con hielo, la desídia,
hasta que al fín llegó a la luz del alba
la ansiada despedida.
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