
Y...jugando a ser Dios
mezclé colores
en la paleta oscura de deseos,
el marrón de tus ojos,
beis tu carne,
rojos fresa tus labios,
y el rubio ceniciento de tu pelo.
Lo mismo repetí
y sin darme cuenta,
me sentí tan feliz
que hice de nuevo
lo mismo, otros colores,
otros rostros,
fueron frutos amados
de mis juegos.
Y jugando a ser Dios
me sentí grande,
feliz, que es tan feliz
quién siente sueños,
sin darme cuenta apenas
que era chica,
y erais vosotras quién
lo haciais inmenso.
Mis tres hadas dormidas,
mis entrañas
convertidas en carne,
forma, cuerpo,
en cabellos dorados
y ojos dulces,
en palabras sin forma,
amor y besos.
Hoy no juego a ser Dios,
juego a ser madre,
y me quedo dormida
en futuros inciertos,
pero sé que es hermoso,
es lo más grande
el contemplar el fruto
de este ego.
Y descubro a diario
cuanto os amo,
a tí mi niña grande
amor inmenso,
a tus hermanas flores
y rocio,
a las tres simplemente
amor eterno.
Y...jugando a ser Dios
me hice persona,
aprendí a renunciar,
a ser silencio,
para ya no ser yo
y ser vosotras,
y dedicar mi vida
simplemente a quereros.
¡Que hermosa que es la vida,
a vuestro lado!
¡Que dulce cada instante
cuando os siento!
no sé si seré Dios o seré nada
pero sé que si soy
es por teneros,
y que este amor desborda
cada escena,
de una vida que vivo
por viviros conmigo
en este dulce cielo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario