
Sentada junto al río
se sonreía,
mientras entre sus manos
el agua tibia
dejaba que escapara
camino al cielo
formando mil estrellas
de hielo y fuego.
Sentada junto al río
la niña bella,
suspiraba y sus ojos
color de arena
reflejaban amores
desesperados
y sonrisas perdidas
en otros lagos.
Un susurro se escapa,
dice un te quiero,
y la luna la escucha
desde el silencio,
y como una respuesta
su blanco rastro
se refleja en el agua
de entre sus manos.
La amante de la luna
quiere marcharse,
escapar junto a ella
y en un instante,
fundirse con el blanco
de su pureza,
y sentirse querida
solo por ella.
Sentada junto al río
la han encontrado
una mañana fría
del mes de marzo,
tan solo una sonrisa
cubre su cuerpo,
y unas gotas de agua
cubren sus dedos,
y mientras ellos lloran,
la niña bella
fundida con la luna
por fín, ya es ella.
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