
Perfumes,
aromas que huelen
a veces siniestros,
y otras embriagan
con su dulce encanto,
llevados eternos
por manos que entregan
de todo lo suyo
lo poco que tienen,
perfumes de horas
que a veces marchitan,
los ojos que miran
reflejos de esperas,
de besos robados,
de pequeñas rimas,
o eternos capullos
hambrientos de versos.
Perfumes,
que hieren, que matan,
que avivan,
pueden ser amigos
del amor o viejos
cansados que esperan
detrás de una esquina
mirando caerse las hojas
de invierno.
Son como canciones,
como dulces dias,
como amargas marcas
candentes de hierros,
son igual mentiras
que verdades, tocan
todos los influjos
de risas y miedos.
Más cuando ya nada
nos queda,
y el aire
respira insistente
su dolor sincero,
siguen embriagando
con su dulce fuerza
perfumes ya rotos,
perfumes eternos.
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