Crucé la verja de su casa un día
y al mirar a través de la ventana
le ví abrazando a otra con la fuerza
de una pasión naciente y encantada.
Pero al volver la luz sobre mis ojos
empañados en lágrimas,
ví que no era mujer, que era la muerte
aquella que con furia el abrazaba,
entonces me miró y su despedida
fué ese beso de amor que él me brindaba,
ese beso que tal vez ni la muerte
pudo evitar que entonces me entregara.
1 comentario:
fascinante...
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