Aquel pequeño pájaro volaba
como un naufrago herido,
las nubes eran metas de descanso
los árboles, destino,
y entre rayos de sol de primavera
encontraba el camino
para poder seguir hacia adelante
sintiendose perdido.
Sus leves aleteos se rompían
si llegaba la noche,
y lágrimas de sangre dibujaban
su corazón enorme,
allá donde otros ven plumas y hueso
se escondía un valiente
de plumas desteñidas, torso hundido
y sueño impenitente.
Lo mismo que ese pájaro vagamos
muchos por este mundo,
el cuerpo ya cansado, manos frías
y corazón desnudo,
buscando alguna meta que lejana
nos lleve a un horizonte,
sabiendo sin saberlo que no existe
más meta que la noche.
Pequeña ave que somos y que fuimos
en un cielo sin ansia,
volando siempre fijos sin pararnos
siquiera a respirar,
tal vez llegue el momento en que en la tierra
al final descansemos
y deje nuestro vuelo de ser sueño
de ansiada libertad.
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